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Nuevo Director
:: Antes De Todo :: Ambientación
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Nuevo Director
Pensar en algo como eso, el mismo día de la reapertura del instituto era, simplemente, “inaceptable”. ¿Cómo se le había ocurrido al capitán enviarle ese libro? ¿En qué condenada cabeza de idiota cabía? ¡¡Por favor!! Un libro que trataba sobre guerra enviado al ahora nuevo director de un instituto que promovía la paz... ¡Condenado, Secretario! Con puño en alto juró que cuando viera de nueva cuenta a ese supuesto Secretario-capitán le partiría la cara y le metería el libro por... donde le cupiera y aún si no.
–Bien, todo listo. Lo único que falta sería... Serían los alumnos—. Comentó con completo fastidio al aire, el único elemento real en su mundo que no se molestaba en escucharle, ni en reprocharle cuando decía o hacía algo malo. ...“Tú, nieto mío, debes terminar lo que yo comencé”. Suspiró cansado al revivir ese recuerdo. “¿Por qué crees que te críe a partir de tus primeros 70 años?”. Revivió la sonrisa del anciano. “Miré en ti, el potencial que no había visto en nadie más en siglos”. Él también sonrió, como lo hizo en recuerdos. El abuelo solía ser así de espeluznante. Decía cosas sin sentido, o frases que no iban de acuerdo al momento. Ahora le extrañaba. No era fácil ver morir al Demonio más duradero que había conocido, además de su único familiar. Pero debía seguir adelante, como prometió. Libraría a los jóvenes del mal de sus corazones, como solía decir el anciano.
Tomó el pequeño libro en sus manos, dispuesto a darle una ojeada. Sería sin duda un buen libro si no hubiera caído en sus manos en su situación actual. Dispuesto a leerlo, ordenó a la secretaria, que resultaba ser una prima muy lejana, que nadie le interrumpiese. A lo cual, la mujer mayor gruñó un poco y salió de la oficina. Así pues, comenzó su lectura...
Caminaba por los jardines del castillo. Ese hermoso castillo, que en menos de cincuenta años se había convertido en una escuela. Sin duda, el viejo Nagumo no había perdido el tiempo. Pero su mundo se vino abajo cuando se enteró de que el idiota ese de Haruya se convertiría en el director. ¿En qué estaba pensando el anciano al dejar a cargo a semejante inútil? Bueno, no es como si fuera de su incumbencia, pero él había trabajado por años para ese puesto, y un día, sólo sale a la luz que el viejo resultaba tener un nieto perdido, y años después le nombra en el puesto. Oh, ahora haría sufrir a ese mocoso. O sino que le clavaran una estaca directo al corazón y dejaran de llamarle vampiro.
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El libro resultó ser más traumático de lo que esperaba. Trataba de unos pequeños niños traviesos, que fueron al molino prohibido o algo así, y terminaron por encontrarse con la bruja que vivía ahí. La bruja iba a comérselos cuando uno de los dos niños, arrastrando al otro consigo, se alejó del lugar. Mas la bruja les siguió y convenció a uno de los niños de ir con ella. Intentó llevarse a los dos, y no lo logró. Los niños prometieron verse de nuevo, cuando fueran mayores y tuvieran muchas historias de su vida qué contar. Y al pasar de los años, el niño que se salvó creció y se convirtió en un gran médico, ayudando a las personas y enseñándoles a cuidarse. Tras la muerte de su madre, su padre le confesó que él era un ser “especial", un hombre lobo; mejor llamado Licántropo. El médico comenzó a investigarse, tratando con su propio cuerpo, descubriendo cosas muy interesantes. Un día, a su consultorio llegó un hombre menor, que pidió le revisara, pues creía estar seriamente enfermo. Al mayor le pareció extraño el hecho de que cuando el contrario le pidió el favor tenía una sonrisa divertida dibujada en el rostro. Descubrió que su sangre tenía una extraña anomalía. Resultó, al pasar de los días, que ese hombre menor era un vampiro. Al final, el libro relataba que los hombres hablaron entre sí, descubriendo que eran viejos amigos de infancia, a lo cual recordaron el suceso que les había separado. Charlaron sobre ello, hasta que la inevitable verdad salió a la luz. El menor buscaba la alianza con el médico, pues quería crear otro mundo, uno donde ellos dos gobernasen. Afirmó que con su fuerza y poder como Vampiro y, la inteligencia y liderazgo de un médico Licántropo podrían hacer maravillas de ese mundo. El mayor se negó rotundamente, acusándole de haber cambiado mucho. Ambos terminaron discutiendo... Después tras varias disputas menores entre sí por años, en los cuales el médico había heredado el poder y prestigio de su padre, se declararon la guerra. Y el pequeño libro que afirmaba ser para niños, narra cada detalle de la guerra más desastrosa que pudo haber existido en la historia del planeta. Sin embargo, también dice, que esta no se menciona para los humanos, pues ellos fueron los más afectados con el asunto, y es con el fin de evitar mas catástrofes. Pasaría un tiempo antes de que pudiera olvidar esos dibujos rojos y esas letras en mal conjunto. También mejoraría la redacción de su resumen.
Tan perdido estaba, que dio un respingo sentado en la silla cuando Zuki, la secretaria, entró y le dijo «Vino alguien a verte, Haruya», ante lo cual sólo pudo asentir perdido.
Bien. Ahora ese mocoso de Haruya Nagumo le escucharía. O sino que le dejasen de llamar Secretario. Entró con orgullo a la oficina del director. Y se plantó justo enfrente del escritorio. Deleitándose con el gruñido del pelirrojo. «Saludos, director» dijo con sorna, aunque dentro de sí, deseaba tener ese puesto. Y ser un Secretario-capitán-director. Sonaba tan bien mentalmente. «Debo cumplir mi deber como tutor tuyo y observar tu vida». Y rió divertido ante la negativa del chico: "¿Ah? ¿Desde cuándo ser tutor significa eso?". Esto, sin duda, sería divertido. «Y dime, ¿te gustó el libro que mandé?».
–Bien, todo listo. Lo único que falta sería... Serían los alumnos—. Comentó con completo fastidio al aire, el único elemento real en su mundo que no se molestaba en escucharle, ni en reprocharle cuando decía o hacía algo malo. ...“Tú, nieto mío, debes terminar lo que yo comencé”. Suspiró cansado al revivir ese recuerdo. “¿Por qué crees que te críe a partir de tus primeros 70 años?”. Revivió la sonrisa del anciano. “Miré en ti, el potencial que no había visto en nadie más en siglos”. Él también sonrió, como lo hizo en recuerdos. El abuelo solía ser así de espeluznante. Decía cosas sin sentido, o frases que no iban de acuerdo al momento. Ahora le extrañaba. No era fácil ver morir al Demonio más duradero que había conocido, además de su único familiar. Pero debía seguir adelante, como prometió. Libraría a los jóvenes del mal de sus corazones, como solía decir el anciano.
Tomó el pequeño libro en sus manos, dispuesto a darle una ojeada. Sería sin duda un buen libro si no hubiera caído en sus manos en su situación actual. Dispuesto a leerlo, ordenó a la secretaria, que resultaba ser una prima muy lejana, que nadie le interrumpiese. A lo cual, la mujer mayor gruñó un poco y salió de la oficina. Así pues, comenzó su lectura...
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Caminaba por los jardines del castillo. Ese hermoso castillo, que en menos de cincuenta años se había convertido en una escuela. Sin duda, el viejo Nagumo no había perdido el tiempo. Pero su mundo se vino abajo cuando se enteró de que el idiota ese de Haruya se convertiría en el director. ¿En qué estaba pensando el anciano al dejar a cargo a semejante inútil? Bueno, no es como si fuera de su incumbencia, pero él había trabajado por años para ese puesto, y un día, sólo sale a la luz que el viejo resultaba tener un nieto perdido, y años después le nombra en el puesto. Oh, ahora haría sufrir a ese mocoso. O sino que le clavaran una estaca directo al corazón y dejaran de llamarle vampiro.
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Tan perdido estaba, que dio un respingo sentado en la silla cuando Zuki, la secretaria, entró y le dijo «Vino alguien a verte, Haruya», ante lo cual sólo pudo asentir perdido.
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Bien. Ahora ese mocoso de Haruya Nagumo le escucharía. O sino que le dejasen de llamar Secretario. Entró con orgullo a la oficina del director. Y se plantó justo enfrente del escritorio. Deleitándose con el gruñido del pelirrojo. «Saludos, director» dijo con sorna, aunque dentro de sí, deseaba tener ese puesto. Y ser un Secretario-capitán-director. Sonaba tan bien mentalmente. «Debo cumplir mi deber como tutor tuyo y observar tu vida». Y rió divertido ante la negativa del chico: "¿Ah? ¿Desde cuándo ser tutor significa eso?". Esto, sin duda, sería divertido. «Y dime, ¿te gustó el libro que mandé?».
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